domingo, 10 de febrero de 2013

Fuego en las entrañas del Atlántico: Las Azores

Arden las entrañas de la tierra, hierve el proceloso océano, borbollean los furores del averno, se abren las grietas de la Pangea, en estertores de partos dolientes...

Y allí, a mitad del océano Atlántico, como flota de carabelas conducidas por argonautas, en busca del vellocino de oro; allí nueve islas surgieron del fondo oceánico, para dejar constancia de esa profunda fractura creada por la deriva de las placas, por donde lloran lavas que levantan penachos de vapor y roca, escalando aguas insondables, hasta otear horizontes infinitos de azules de aguas y de cielos, levantando aquí la montaña más alta de Portugal, con sus 2.352 m (Volcán de Pico).

Y aquí, en el grupo oriental de esta escuadrilla de islas, casi cerrando  la retaguardia, espaciosa y exuberante, la Ilha de São Miguel, destino hoy de mi relato, con el recuerdo vital de sus aguas, y sus geologías, y sus montañas, y sus valles, y sus lagos, y sus gentes... Relato seguro inconcluso, porque de contar hay tanto que aburriría al lector más recio, más aguerrido, más inconsciente  y, por supuesto, aburriría a las aguas, y a los vapores, y a los profundos efluvios...

Porque pocos destinos habrá más atractivos, en este espacioso mundo, ni que puedan encadenar  más a quien sueña en el agua, vive del agua, y se ve burbuja minúscula perdida en el líquido elemento.

Pero la verdad es que, aunque soy un poco viejo, otros se adelantaron y, cuando quise acordar, allá por la década de 1420, setenta años antes de que Colón llegase a América, capitanes portugueses arribaron a estas islas, dieron voces, llamaron a la puerta y nadie respondió, porqué ningún humano las habitaba, con lo que poner la bandera de Portugal les fue sencillo. Luego empezarían a llegar pobladores procedentes del Alentejo y del Algarve portugueses, pero también de Francia y de Flandes... Y, como hoy no toca hablar de batallas, no voy a decir que D. Álvaro de Bazán  echó de allí a los franceses...

Pero de estas islas  en mis estancias  sólo puedo hablar de la  San Miguel, con sus casi 780 km2 de superficie, y cuya capital es Ponta Delgada, la mayor ciudad de las Azores, con casi 65.000 habitantes, emplazada en el litoral meridional, y a donde se arriba en cómodo vuelo desde Lisboa.

Lo primero grato, al poner pie en tierra, en el Aeropuerto Jõao Paulo II, es la temperatura reflejo de sus condiciones oceánicas subtropicales, con elevadas precipitaciones, que se acercan a los 1.000 mm (y se distribuyen con bastante homogeneidad a lo largo del año), y temperaturas suavizadas por la humedad y la corriente cálida del Golfo, responsables de la densa vegetación de floresta nativa subtropical, de su baja oscilación térmica anula (apena 7,6 º C), y de esas templadas aguas marinas entre 16º C y 25º C.

Y, ya en la capital, en sus orígenes sencilla aldea de pescadores, es grato pasear por su barrio histórico, con aceras pavimentadas de negro y blanco, y sus interesantes edificios de los siglos XVII al XIX, que incluyen iglesias de bella traza, construidas tras aquel terremoto de 1522, que la devastó, no dejando piedra sobre piedra.

Al salir de la capital, por la autopista que cruza la isla de sur a norte, en la parte más estrecha, y perderse por tantas rutas recoletas interiores, inmediatamente llama la atención la exuberante vegetación, que alberga muchos endemismos protegidos, relictos de la Era Terciaria, que desaparecieron en Europa durante las glaciaciones, y que aquí se acompañan de  densa cubierta subarbustiva con grandes helechos y arbustos. Fruto de unos cielos que acarician con sus brumas, que dejan rutilantes perlas de agua en sus llorosas hojas.

Y el otro aspecto a destacar, para quien discurre por esta isla, no grande pero no pequeña, es la proliferación de lagos y lagunas, muchos de ellos ubicados en fondos de calderas y cráteres volcánicos recientes y con su calor latente, marco de una gran belleza paisajística, de verdor y flores, que invitan a mirar sin prisa, dando todo el recreo a la vista, pero también a los otros sentidos capitales.

En el paseo por este entorno todo llama a pisar quedo y sin alboroto, para no despertar a la cohorte de dragones dormidos, prestos a vomitar sus chorros de fuego, de relámpagos y de truenos, que convulsionarían a estos remansos de paz y de
sosiego, de tranquilidad y reposo, solaz para el espíritu andarín e inquieto que tan dentro llevo.

Lugar dicen que es éste para "matar saudades", lugares estos que, sin lugar a duda, moldean al espíritu calmado de los habitantes de estas islas, en las que debió estar un pedazo de aquel Paraíso que, perdido, vamos encontrando a retales, disperso por tantos rincones del globo.

Y aquí, en sus frondosos bosques, que más parecerían un paisaje alpino, el agua y la vegetación siembran juntos sus colores y sus sonidos, para ofrecernos el descubrimiento de esas cascadas que nacieron en los cielos, discurrieron entre árboles, se despeñaron por las rocas, sembraron riqueza y, sobre todo, Naturaleza. Aguas que, en su infatigable quehacer, hacen del ciclo hidrológico una renovación de la vida, un canto a la esperanza, un renacer de las ideas, y una llamada a la conciencia para grabarnos a fuego la necesidad de cuidar del entorno, para hacer compatible el progreso con el desarrollo sostenible.

Y, si de pasear hablamos, en esta isla, convencimos quedamos de que, parafraseando a  las odas de Don Jorge Manrique, todos los caminos van a dar a la mar, con sus escarpes verticalizados, modelados en las rocas volcánicas, merced a sus grietas verticales de retracción. En esa cintura, marítimo-terrestre, el verde se extiende en prados y mil prados, hasta agotar a la planicie y llegar al borde del acantilado, para dejarse lamer por las espumas del oleaje, para dejarse acariciar por las brisas de los mares, para dejarse volar hasta horizontes infinitos...

La verdad es que disfrutar de estos parajes, y dejarse llevar por sus encantos, es todo un placer que no se paga con dinero, sino con afectos y con ilusiones, con un detenerse para seguir caminando, con un reflexionar para afianzarse en lo que es fundamental, no es caduco y pasajero, trasciende a los vaivenes del tiempo, se consolida con esmero.

Pasamos por esta vida terrenal, camino de ilusiones futuras y debemos, de vez en cuando, de echar el freno, cerrar los ojos y mirar al cielo...

Otro aspecto, que no pasa por alto, a quien viene a estas tierras atendiendo a quehaceres académicos y científicos, es el relativo a la producción de energía geotérmica, fuente principal de abastecimiento energético en la isla, con un ascenso muy notorio, y con muchas posibilidades de incremento, lo que hace que las energías renovables supongan un alto porcentaje en el "mix" energético. Digna de vista es la explotación geotérmica de alta entalpía en Ribeira Grande y Pico Vermelho, que cubre casi el 40% de las necesidades de la isla.

En este quehacer anda muy envuelto un excelente amigo y eurogeólogo: el Prof. José Martins Carvalho, con quien he recorrido, muchos de los idílicos rincones de esta isla, junto a su mujer Alda, y quien me ha adentrado en las tecnologías de investigar y captar este calor profundo, inagotable, que abastece de energía a esta isla, perdida en mitad del Atlántico océano. Junto a ellos, es de justicia agradecer todos los apoyos de Jõao Carlos Nunes, Director Científico del Instituto de Inovação Tecnológica dos Açores (INOVA).

Y contando, contando, no he contado lo que quería contar... ¿qué hacer? ¿interrumpir el relato? Tal vez sería lo correcto pero, haciendo algo incorrecto, voy a seguir para aquellos lectores dispuestos a llegar al final. A los que aquí abandonan su lectura: ¡gracias por habernos acompañado en este largo trecho! A los que siguen les regalo estas hortensias azules y rosas, que tanto se ven en carreteras y setos de la isla.

Ahora que somos pocos vamos a justificar el título de este relato, que nos llevará al descubrimiento de tantas aguas calientes e hirvientes, por el efecto de las cámaras magmáticas profundas, alojadas en la dorsal oceánica, que separa a América de Europa.

Y aquí uno se puede perder por mil lugares, para verse sorprendido por esos vapores de agua que, en tantos puntos, surgen entre la floresta, con su correspondiente arco iris. Vapores que ponen de manifiesto que allí un agua hierve, una fractura profunda da lugar a multitud de nascentes, con aguas en ebullición, como recién sacadas de las calderas de Pedro Botero, con su infierno flamígero, en el que azufre incandescente y la pez hacen hervir al agua.

En Furnas el espectáculo es sorprendente; desde cada ángulo, desde cada hueco, bajo cualquier piedra. ¡Qué derroche de energía! y ¡qué sorprendentes son las fuerzas telúricas!. Tenemos un planeta, que un día fue astro incandescente, que en su juventud paseó por los espacios infinitos sus ascuas, a miles y miles de grados, y que ahora más sosegado (aunque no siempre), muestra de vez en cuando sus ardores y sus retortijones de tripas, para que no le perdamos el respeto, para que nos sintamos empequeñecidos y hasta liliputienses.

Porque, no en vano, aquí chocan  la placa americana, la euroasiática y la africana (the Azores Triple Junction) y, por ello, es una región de gran actividad sísmica y volcánica, en la que se han registrado 26 erupciones, en tierra y submarinas, desde su descubrimiento en el siglo XV.

En este contexto, en la Isla de San Miguel hay tres sectores de vulcanismo activo, que han producido explosiones traquíticas: Sete Cidades, Furnas y Fog/Água de Pau, con presencia actual de manantiales termales y fumarolas.

Y estas aguas y estas fumarolas son consecuencia de corrientes de convención, por las que aguas de origen meteórico alcanzan cierta profundidad, en estas anomalías geotérmicas, entrando en ebullición para, en una ascensión rápida, volver en forma de vapor a superficie,  repitiendo una y otra vez los bucles cerrados de subciclos hidrológicos.

Lugar ideal este para que acudieran tantos participantes al III Foro Ibérico de Termalismo, tras las ediciones de Madrid y de Oporto, que tuve la satisfacción de organizar aquí y allí, contando una vez más con el total apoyo de muchas y muchos colaboradores, que en mi memoria ocupan lugar preferente.

Participantes que se enriquecieron en su saber y conocer, pero que también encontraron tiempo para la tranquilidad, y para embeberse en los colores tenues, casi de acuarela, de tantos paisajes íntimos e inéditos, y casi diría espirituales.

Pero volvamos a esas aguas que nos esperan, que fluyen y fluyen, que no siempre son hirvientes, porque en muchos otros lugares son calientes, como en el Parque Temático de Terra Nostra, ideales para el baño relajante, y hasta para aplicarse esos tratamientos terapéuticos o termoterápicos, hoy tan en boga, de fangos o peloides aquí naturales, que no otra cosa significa en griego la palabra "pelòs" (πελδς), que fango.

Y, por supuesto,disfrutamos del  famoso "cozido das Furnas", preparado a lento calor geotérmico, durante muchas horas, bajo tierra. Para ello colocan en una olla grande y honda de aluminio, un primer estrato de carne picada de vaca y de cerdo, en pedazos grandes, con sal; encima un segundo estrato compuesto por pedazos de pollo, con su piel, morcilla negra y chorizo picante; el siguiente estrato es de batata dulce y patata blanca, peladas y en pedazos grandes, a lo que se añade repollo blanco cortado en cuartos y zanahorias... a lo mejor he cometido algún error en la secuencia de este conjunto "sedimentario" que, con el placer de tan buen yantar, se me olvidó.

Se ata bien la olla y se introduce bajo tierra, dentro de uno de aquellos cilindros huecos de hormigón, de unos 80 cm de profundidad, con agujeros laterales, que nos asigna el empleado de la Junta de Freguesia (Ayuntamiento) de Furnas, quien nos entregará el número del agujero, para luego ir a desenterrarlo. Se cierra el cilindro con tapadera de madera, y se cubre con arena...

En 7 u 8 horas se destapa, se saca la olla y a comer, con un delicioso pan... Un día es un día, y un placer único, como éste, se debe disfrutar sin amargarse de cuánto engordaremos (aquello que decían de que lo bueno o es pecado o engorda).

Pero de aquí, además de la delicia gastronómica me el recuerdo de un aprovechamiento delicioso de la energía geotérmica, en directo, sin intermediarios, natural - natural y, además, todo ello envuelto en ese misterio de aquel vapor de agua saliendo del suelo y subiendo al cielo, a la hora bruja de la noche...

Y, tras esta suculenta comida, regada con un buen vino hay que saborear un buen chá (té), que produce la familia Gago da Cámara, en su cuidada plantación, tan famosa en esta isla, y en tantos lugares a los que se exporta.

Pero antes nos dejamos ilustrar acerca de que las diferencias en el té derivan de la hoja que cortamos: el té "Preto" (negro) corresponde a la última hoja, suave y con poca teina; el Orange-Pekoe (naranja), se obtiene de las hojas más tiernas, siendo ligero y aromático; el Pekoe, procede de la segunda hoja, siendo más fuerte y menos aromático;  el Verde es fuerte y contiene mucho tanino.

Y nos vamos con nostalgias, saudades, morriñas, melancolías y añoranzas... pero nos vamos con el corazón lleno, una vez más, de vivencias, de nuevas amistades, y de otras viejas que se remozan, se revitalizan, se renuevan y rejuvenecen, y que acompañarán siempre en el caminar por las veredas de la vida, por los paisajes del encuentro, por los atardeceres de paz espiritual y reposos del alma...

Todos vosotros sois, de verdad, ¡AMIGOS PARA SIEMPRE! ¡Que Dios os bendiga!



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